miércoles, 16 de octubre de 2019

Sociedad Disciplinaria - Sociedad de Control

Sociedad Disciplinaria - Sociedad de Control




Sociedad Disciplinaria - Sociedad de Control
La sociedad disciplinaria es aquella sociedad en la cual el comando social se construye a través de una difusa red de dispositifs o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas. La puesta en marcha de esta sociedad, asegurando la obediencia a sus reglas y a sus mecanismos de inclusión y / o exclusión, es lograda por medio de instituciones disciplinarias (la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, la escuela, etc.) que estructuran el terreno social y presentan lógicas adecuadas a la “razón” de la disciplina. El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y límites del pensamiento y la práctica, sancionando y prescribiendo los comportamientos normales y / o desviados.

En la sociedad disciplinaria los efectos de las tecnologías biopolíticas fueron aún parciales, en el sentido que el disciplinamiento se desarrolló de acuerdo con lógicas relativamente cerradas, geométricas y cuantitativas. El disciplinamiento fijó individuos dentro de instituciones, pero no logró consumirlos completamente en el ritmo de las prácticas productivas y la socialización productiva; no alcanzó el punto de impregnar por completo la conciencia y los cuerpos de los individuos, el punto de tratarlos y organizarlos en la totalidad de sus actividades. El poder es entonces expresado como un control que se extiende por las profundidades de las conciencias y cuerpos de la población – y al mismo tiempo a través de la totalidad de las relaciones sociales.

Vigilar y castigar

En su obra, Vigilar y castigar (1975) se preguntaba si el encarcelamiento es un castigo más humano que la tortura, y de la forma en que la sociedad ordena y controla a los individuos adiestrando sus cuerpos.

En Vigilar y Castigar, el filósofo francés Michael Foucault realiza una impresionante investigación acerca del desarrollo, en la modernidad, de unas nuevas tecnologías: un conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez ‘dóciles y útiles’. La disciplina se ha desarrollado en los hospitales, en el ejército, en las escuelas, en los colegios y en los talleres.

La tesis central de este libro, es la de que en nuestras sociedades modernas, hay que situar los sistemas punitivos en cierta economía política del cuerpo; incluso si no apelan a castigos violentos o sangrientos, incluso cuando utilizan los métodos ‘suaves’ que encierran o corrigen. Siempre es del cuerpo del que se trata – del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión -.

El cuerpo, para el autor, está inmerso en un campo político: las relaciones de poder operan sobre él. Estas relaciones, lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos. Y va unido, de acuerdo con una serie de relaciones complejas y recíprocas, a la utilización económica del cuerpo.

El cuerpo, según su argumentación, está imbuido de unas relaciones de poder y de dominación, como fuerza de producción. En cambio, su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido a un sistema de sujeción. El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido. Pero este sometimiento no se obtiene por los únicos instrumentos, ya sean de la violencia, ya de la ideología. Puede muy bien ser directo, físico, emplear la fuerza contra la fuerza, obrar sobre elementos materiales, y a pesar de todo esto no ser violento. Puede ser calculado, organizado, técnicamente reflexivo, puede ser sutil, sin hacer uso de las armas ni del terror, y sin embargo permanecer dentro del orden físico. Es decir, que puede existir un ‘saber’ del cuerpo que no es exactamente la ciencia de su funcionamiento, y un dominio de sus fuerzas que es más que la capacidad de vencerlas:

este saber y este dominio constituyen lo que podría llamarse la tecnología política del cuerpo.

Indudablemente, esta tecnología es difusa, rara vez formulada en discursos continuos y sistemáticos; se compone a menudo de elementos y fragmentos, y utiliza unas herramientas o unos procedimientos inconexos. A pesar de la coherencia de sus resultados, no suele ser sino una instrumentación multiforme. Además, no es posible localizarla ni en un tipo definido de institución; ni en un aparato estatal. Estos recurren a ella, utilizan, valorizan e imponen algunos de sus procedimientos. Pero ella misma en sus mecanismos y sus efectos se sitúa a un nivel muy distinto. Se trata en cierto modo de una microfísica del poder que los aparatos y las instituciones ponen en juego, pero cuyo campo de validez se sitúa en cierto modo entre esos grandes funcionamientos y los propios cuerpos con su materialidad y sus fuerzas.

Este poder se ejerce más que se posee, y no es el ‘privilegio’ adquirido o conservado de la clase dominante, sino el efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas, efecto que manifiesta y a veces acompaña la posición de aquellos que son dominados. Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición, a quienes ‘no lo tienen’. Este poder, los invade, pasa por ellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos. Lo cual quiere decir que estas relaciones descienden hondamente en el espesor de la sociedad. Finalmente, no son unívocas, definen puntos innumerables de enfrentamiento, focos de inestabilidad, cada uno de los cuales comporta sus riesgos de conflicto, de luchas, de inversión por lo menos transitoria de las relaciones de fuerza.

Este poder, que en su funcionamiento, se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, de una manera más general sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia.

La Escuela

El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone, nos dice Foucoult. Una ‘anatomía política’, que es igualmente una ‘mecánica del poder’, está naciendo (siglo XVIII); y define cómo se puede hacer presa en el cuerpo de los demás, no simplemente para que ellos hagan lo que se desee, sino para que operen como se quiere, con las técnicas según la rapidez y la eficacia que se determina. La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados. La disciplina fabrica, en última instancia, cuerpos dóciles.

La ‘invención’ de esta nueva anatomía política no se debe entender como un repentino descubrimiento, sino como una multiplicidad de procesos con frecuencia menores, de origen diferente, de localización diseminada, que coinciden, se repiten, o se imitan, se apoyan unos sobre otros, se distinguen según su dominio de aplicación, entran en convergencia y dibujan poco a poco el diseño de un método general. Se los encuentra en los colegios, desde hora temprana; más tarde en las escuelas elementales. Han invadido lentamente el espacio hospitalario, y en unas décadas han reestructurado la organización militar; para el control y la utilización de los hombres.

Centrándose en la escuela, Foucault dice que en ella:

• Se trabajan los espacios de una manera más flexible y más fina. En primer lugar, por división de las zonas. A cada individuo su lugar; y en cada emplazamiento un individuo. Evitar las distribuciones por grupos, descomponer las implantaciones colectivas, analizar las pluralidades confusas. El espacio disciplinario tiende a dividirse en tantas parcelas como cuerpos o elementos que repartir.

• Se fijan unos lugares determinados para responder no sólo a la necesidad de vigilar, sino de crear un espacio útil. El cuerpo se convierte en un elemento que se puede colocar, mover, articular sobre otros.

• En la disciplina, cada uno se define por el lugar que ocupa en una serie. Individualiza los cuerpos y los distribuye. El espacio escolar se despliega, la clase se torna homogénea, está compuesta de elementos individuales que vienen a disponerse unos al lado de los otros bajo la mirada del maestro. En el conjunto de alineamientos obligatorios (filas, cursos por grupos de edad, calificaciones), cada alumno de acuerdo con su edad, sus adelantos y su conducta, ocupa ya un orden ya otro. Se desplaza sin cesar por esa serie de casillas que marcan una jerarquía del saber o de la capacidad. La escuela moderna, al asignar lugares individuales, ha hecho posible el control de cada cual y el trabajo simultáneo de todos. Ha organizado una nueva economía del tiempo de aprendizaje. Ha hecho funcionar el espacio escolar como una máquina de aprender, pero también de vigilar, de jerarquizar, de recompensar. Garantizan la obediencia de los individuos pero también una mejor economía del tiempo y de los gestos (cómo agarrar el lápiz).

• El empleo del tiempo: herencia de las comunidades monásticas. Horarios de la escuela.

• Establecimiento de la correlación del cuerpo y del gesto: buen empleo del cuerpo que permite un buen empleo del tiempo, nada debe permanecer ocioso e inútil. Una buena letra, por ejemplo, supone una gimnasia, toda una rutina cuyo código riguroso domina el cuerpo por entero. El maestro hará conocer a los escolares la postura que deben adoptar para escribir y la corregirá cuando se aparten de ella. Un cuerpo disciplinado es el apoyo de un gesto eficaz.

• La articulación cuerpo-objeto: la disciplina define cada una de las relaciones que el cuerpo debe mantener con el objeto que manipula.

• La utilización exhaustiva: utilización creciente del tiempo. El tiempo de los unos debe ajustarse al tiempo de los otros de manera que la cantidad máxima de fuerzas pueda ser extraída de cada cual y combinada es un resultado óptimo.

• La forma de la servidumbre escolar (intercambio entre el maestro que debe dar su saber y el aprendiz que debe aportar sus servicios, su ayuda y su retribución) va mezclada con una transferencia de conocimiento.

• Pasa a ser un aparato de examen ininterrumpido que acompaña a toda la operación de enseñanza. Se tratará de una comparación perpetua de cada cual con todos, que permite a la vez medir y sancionar.

• El examen coloca a los individuos en un campo de vigilancia.

• Todo este sistema depende de un mando: toda la actividad del niño disciplinado debe ser ritmada y sostenida por órdenes terminantes cuya eficacia reposa en la brevedad y la claridad: la orden no tiene que ser explicada ni aún formulada, es precisa y basta que provoque el comportamiento deseado. Así, el alumno deberá haber aprendido el código de señales y responder automáticamente a cada una de ellas.

• Un poder intenso pero discreto.

Algunos comentarios adicionales respecto del estudio de M. Foucault:

1 - La genealogía fucoltiana, se diferencia de otros modelos de análisis en la medida en que, siguiendo a los clásicos de las ciencias sociales especialmente Marx, Weber y Durkheim reivindica la necesidad de un uso determinado de la historia en el análisis de los procesos y de las instituciones sociales con el fin de comprender el presente.

2 - El concepto de disciplina le permitió articular los cambios que se produjeron a nivel microfísico el adiestramiento, de los cuerpos, los gestos y los comportamientos de los sujetos con las transformaciones que tuvieron lugar a otros niveles tales como una nueva organización del espacio, del tiempo y de las actividades. Los efectos del poder disciplinario se manifestaron en una nueva percepción funcional del cuerpo, en la formación de un espacio y un tiempo seriados y analíticos que, a su vez, están en la base de una concepción progresiva del tiempo la historicidad evolutiva y el progreso lineal , y en la puesta en marcha de un nuevo arte de organizar y distribuir a los sujetos que, a la vez que combina sus fuerzas para obtener de ellos el máximo rendimiento, permite evitar aglomeraciones y repartos peligrosos e indeseados.

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