La crítica de la democracia
Felipe Giménez Pérez1. Introducción
En el asunto de la democracia cometemos en nuestra época un delito de equivocidad lingüística o de homonimia. Se designa con la misma palabra tanto a la democracia ateniense antigua como a la democracia alemana, estadounidense o francesa actuales. Entiendo que esto es un grave error teórico, puesto que la democracia antigua no tiene nada que ver con la democracia moderna. Como bien dice Giovanni Sartori, se concluye por tal razón lo siguiente: «De ahí que las democracias antiguas no puedan enseñarnos nada sobre la construcción de un Estado democrático y sobre la forma de dirigir un sistema democrático que comprende no una pequeña ciudad, sino una gran extensión de territorio habitado por una enorme colectividad.»{1}
Benjamín Constant distinguió ya en 1819 entre los antiguos y los modernos en lo que al tema de las libertades públicas se refiere. Lo mismo podría predicarse con respecto a la concepción de la democracia.
En lo que sigue, vamos a intentar precisar la diferencia existente entre la democracia antigua y la moderna. Igualmente vamos a plantear las críticas respectivas que se han formulado a los dos sistemas políticos distintos ya citados. Estas críticas surgieron ya desde el comienzo de la existencia de la democracia antigua y de la moderna y han acompañado a su despliegue histórico. «Crítica», (de κρίνειν: «juzgar», «discernir») no quiere decir demolición, ni destrucción sino, delimitación, discernimiento, determinación, definición. Así pues, la crítica a la democracia primariamente sirve para definir qué es la democracia e inquirir acerca de su esencia.
2. La democracia antigua
La democracia antigua descansaba sobre la idea de la identidad entre ciudadano y miembro activo del Estado, en la isonomía, en la isegoría, en la isocratía. El procedimiento para nombrar los cargos políticos era el sorteo. La elección, en la que siempre se tienen en cuenta las cualidades personales del candidato, era considerada como algo esencialmente aristocrático.
El rechazo de la elección como institución aristocrática iba unido estrechamente a la ausencia del concepto de representación política. La democracia antigua es la democracia absoluta, directa, inmediata en la que la comunidad de los ciudadanos ejerce por sí misma el poder político. El ejercicio de las funciones políticas es un deber ciudadano para con el Estado, con la polis. Cada uno estaba obligado a ejercitar la soberanía de la polis a través de la participación política en los asuntos públicos. Ser ciudadano es una función. El que se abstenía de la política era precisamente el idiota, el que iba a lo suyo, a lo particular. En este tipo de democracia, todo es política. El Estado lo abarcaba todo. No existía la diferencia entre lo público y lo privado. En la democracia antigua se produce la identidad entre el poder político y la comunidad política expresada en la asamblea de ciudadanos. Aristóteles decía cuatro cosas de la democracia: 1. Es el gobierno de los muchos, de los pobres por tanto. 2. Es el régimen político en el que alternativamente se es gobernante y gobernado. 3 Régimen político en el que predomina el sorteo sobre la elección para nombrar los cargos públicos y 4. El régimen político en el que cada uno puede vivir como quiera.
En la democracia antigua no existen los derechos subjetivos del individuo o de la persona. No existen los derechos humanos inalienables que el Estado debe reconocer y proteger. El ciudadano estaba al servicio de la polis. El ciudadano se realizaba en su plenitud en la participación política en las instituciones de la polis. El ciudadano debe obedecer a la polis, someterse por completo a su autoridad. Sin la polis, el ciudadano no es nada. La democracia antigua presuponía un concepto de la libertad bien diferente al moderno y contemporáneo. Libertad es obedecer a la ley y no a ningún hombre. Esta democracia es una democracia esclavista porque la sociedad antigua descansaba sobre la explotación del trabajo no libre, esclavo. La libertad consiste además en no ser esclavo. Libertad es no ser esclavo y obedecer a las leyes.
3. La crítica de la democracia antigua
El pseudo-Jenofonte inicia la serie de críticas a la democracia antigua mostrando su coherencia interna y su no modificabilidad profunda sin destruir de arriba abajo la democracia. Isócrates por su parte propone devolver la influencia política a los mejores, a quienes lo merecen y moderar por tanto la igualdad aritmética con una igualdad geométrica o selectiva que da a cada cual lo que se le debe. Se trata de restaurar el Areópago y sustituir el sorteo por la elección. Propone una democracia elitista. Algo bastante parecido a lo que muchos liberales postularán en el siglo XX.
Jenofonte sostiene que la democracia lleva a la división, la indisciplina y la incompetencia (Memorabilia, libro III).
Antístenes, discípulo de Sócrates y maestro de Diógenes, despreciaba la democracia y a los demagogos. La democracia es el gobierno de la ignorancia y de la incompetencia y no porque una decisión política sea democrática, tiene que ser racional. Democracia y verdad no tienen por qué coincidir necesariamente. Democracia y virtud no suelen coincidir habitualmente.
La democracia es el dominio de los sofistas. Afirma Platón acerca de los sofistas o demagogos, «Que cada uno de los particulares asalariados a los que esos llaman sofistas…no enseña otra cosa sino los mismos principios que el vulgo expresa en sus reuniones, y esto es a lo que llaman ciencia. Es lo mismo que si el guardián de una criatura grande y poderosa se aprendiera bien sus instintos y humores y supiera por dónde hay que acercársele y por dónde tocarlo y cuándo está más fiero o más manso, y por qué causas y en qué ocasiones suele emitir tal o cual voz y cuáles son, en cambio, las que le apaciguan o irritan cuando las oye a otro; y, una vez enterado de todo ello por la experiencia de una larga familiaridad, considerase esto como una ciencia, y, habiendo compuesto una especie de sistema, se dedicara a la enseñanza ignorando qué hay realmente en esas tendencias y apetitos de hermoso o de feo, de bueno o de malo, de justo o de injusto, y emplease todos estos términos con arreglo al criterio de la gran bestia, llamando bueno a aquello con que ella goza, y malo lo que a ella molesta.»{2}
Platón ejercita una fuerte crítica a la democracia. La crítica platónica a la democracia se funda en los siguientes argumentos:
— la masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores odios; confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor.
— cuando la masa designa a sus magistrados, lo hace en función de unas competencias que cree haber observado –cualidades oratorias en particular– e infiere de ello la capacidad política;
— en cuanto a las pretendidas discusiones en la Asamblea, no son más que disputas que oponen opiniones subjetivas, inconsistentes, cuyas contradicciones y lagunas traducen su insuficiencia.
En resumen, la democracia es ingobernable. El desorden democrático conduce a la tiranía y fomenta la inmoralidad de cada uno. La refutación platónica de la democracia insiste en la necesidad de asociar el saber con el poder. Las decisiones políticas deben ser inteligentes, acertadas. Sin embargo, el vulgo no tiene capacidad política, saber político adecuado. El argumento afirma que como el vulgo no tiene capacidad política, se equivocará inevitablemente al gobernar. Sin embargo, también el tirano o el rey o los oligarcas pueden equivocarse igualmente.
La democracia es considerada por Platón como un régimen político degenerado. El sistema político democrático es, a decir de Platón, el sistema de la libertad. En este sistema político todo el mundo es libre de hacer lo que quiera. «¿No serán, ante todo, hombres libres, y no se llenará la ciudad de libertad y de franqueza, y no habrá licencia para hacer lo que a cada uno se le antoje?»{3} Cada cual entonces será libre de organizar su vida de la manera que estime conveniente. Habrá distintos tipos de hombres y de modos de vida. El pluralismo es la consecuencia más visible de la democracia. «Por tanto, este régimen será, creo yo, aquel en que de más clases distintas sean los hombres»{4} Es posible, dice Platón que la democracia, por su pluralismo político, por su abundancia y variedad de colores y tendencias sea el régimen político más bello. La democracia es el régimen político de la libre oferta y de la libre demanda entonces de regímenes e ideologías. Platón ha vislumbrado ya en su época y desde su perspectiva filosófica la conexión entre mercado pletórico de bienes ideológicos, la pluralidad y la democracia. La democracia es un régimen que se puede convertir en cualquiera de los demás regímenes políticos. «Por que gracias a la licencia reinante, reúne en sí toda clase de constituciones, y al que quiera organizar una ciudad, como ahora mismo hacíamos nosotros, es probable que le sea imprescindible dirigirse a un Estado regido democráticamente para elegir en él, como si hubiese llegado a un bazar de sistemas políticos, el género de vida que más le agrade y, una vez elegido, vivir conforme a él.» La democracia es el gobierno de la doxa. Es el régimen de la nivelación de todos aunque no sean iguales. Todas las opiniones valen igual en la democracia, esto es, nada.
El análisis del hombre demócrata realizado por Platón, bien podría aplicarse al hombre progresista de nuestros días o al hombre afectado de síndrome de democracia fundamentalista, SDF. En el hombre democrático la insolencia es la buena educación, la indisciplina es libertad, el desenfreno es grandeza de ánimo y el impudor hombría. Todos los deseos son iguales y tienen los mismos derechos, al igual que en nuestra época, todas las perversiones sexuales son consideradas como algo de buen tono y todas ellas por igual. El hombre democrático, como el progresista de nuestros días nutre democráticamente y por igual a todos sus deseos. Concede el mando por azar a todos los apetitos.
La democracia, por su libertad, desemboca en el desorden, en la indisciplina, en el caos. El hijo se iguala al padre y el padre teme a sus hijos. La igualdad de los desiguales conduce a la anarquía social. El espíritu antiautoritario, igualitario progresista lleva a la esclavitud. El exceso de libertad conduce a la tiranía. La democracia tiene en su seno las semillas de su desintegración. En la democracia Platón distingue tres clases sociales: 1. La clase política. Son los menos dotados, viven de la política, los más tontos. Practican la demagogia sistemáticamente. 2. Los ricos. 3. Los pobres. Los demagogos crean redes de clientelismo político con las subvenciones dinerarias a los pobres. Esto obliga a aumentar la presión fiscal contra los ricos. Esto da lugar a los disturbios políticos y finalmente se impone la tiranía.
Posteriormente, Platón adopta una actitud más positiva con la democracia. Llega a afirmar en «El Político» Platón que la democracia es incapaz de hacer grandes cosas, tanto en lo bueno como en lo malo. Cuando todo va bien según la ley, la democracia es lo peor. Cuando todo va mal, la democracia es lo mejor.
Aristóteles caracteriza a la democracia como el gobierno de los pobres pero libres. Podemos decir que Aristóteles no rechaza por principio la democracia, salvo en sus formas populistas y demagógicas. Además caracteriza a la democracia por el sorteo y porque en la democracia cada cual vive como quiere.
En general, podemos decir que los pensadores políticos antiguos no eran muy partidarios de la democracia, antes bien, al contrario, la criticaban duramente y la rechazaban por la poca preparación y capacidad política del demos.
4. La democracia moderna
La democracia moderna aparece con las revoluciones liberales o burguesas, que tienen lugar entre 1750 y 1850. La democracia moderna es una democracia indirecta o representativa. En la democracia moderna existe una diferencia entre gobernantes y gobernados. En la democracia moderna el sistema de nombramiento de los cargos políticos es la elección, no el sorteo. Esto introduce un elemento aristocrático, oligárquico, del que carecía la democracia antigua. De ahí el error consistente en denominar con la misma palabra a regímenes políticos tan diferentes. En la democracia moderna lo más importante no es el gobierno del pueblo, sino el sistema de limitación y de control del poder. La democracia liberal o burguesa o capitalista o moderna está basada en el mercado pletórico de bienes, en la propiedad privada, en el trabajo asalariado y en el individualismo liberal. Por lo demás, las democracias liberales insisten en los derechos y libertades individuales. Hoy día hablar de democracia es hablar de derechos y libertades públicas y civiles. La democracia contemporánea insiste en la diferencia infranqueable entre Estado y sociedad civil, entre la vida pública y la vida privada.
Como dicen los marxistas, las democracias burguesas difieren en dos aspectos importantes de las otras democracias de clase, de las democracias de las sociedades esclavistas. En primer lugar, en las sociedades esclavistas estaban excluidos legalmente los esclavos del pueblo gobernante. Las democracias antiguas eran así instrumentos de un dominio de clase inequívoco. Empero, en las democracias capitalistas, la inclusión legal de los proletarios en el pueblo gobernante imprime en apariencia a estos gobiernos el sello de representantes de los miembros de todas las clases. En segundo lugar, el pueblo gobernante participaba directamente en las democracias de las sociedades esclavistas, en las funciones legislativas, judiciales y ejecutivas. Pero, en las democracias capitalistas, el pueblo ni hace las leyes, ni las interpreta, ni las hace cumplir. Vota, y se supone que a través de su voto ejerce un control completo, si bien indirecto, sobre la legislación. La interpretación y el cumplimiento de las leyes, por el otro lado, se encuentran efectivamente monopolizados por burocracias. Cuando se dice que el pueblo gobierna en las democracias de las sociedades esclavista y capitalista, tanto «pueblo» como «gobierna» están utilizados en forma ambigua. En las democracias de las sociedades esclavistas, «gobierna» significa todo el gobierno, pero «pueblo» sólo una parte del pueblo. En las democracias de las sociedades capitalistas, «pueblo» significa todo el pueblo, pero «gobierna» sólo una parte del gobierno.
5. Crítica de la democracia moderna
Los marxistas fueron los primeros en formular severas y agudas críticas contra la democracia representativa o democracia burguesa. La libertad y la igualdad formales de las elecciones democráticas burguesas ocultan y disimulan la esclavitud y la opresión materiales del capitalismo. Así entonces la república democrática es la caparazón política óptima para el capitalismo, porque la relación entre la administración burocrática y el sufragio universal es la contrapartida política óptima de la relación entre la explotación capitalista y el intercambio de mercancías.
Según Marx, las elecciones democráticas deciden cada tres o seis años qué miembro de la clase dominante va a representar al pueblo en el Parlamento. Para Lenin, la democracia burguesa es siempre una democracia para la minoría, sólo para las clases poseedoras, sólo para los ricos.
Marx y Engels denominan cretinismo parlamentario a la ilusión de que en las situaciones revolucionarias las decisiones de los funcionarios electos son automáticamente ejecutadas.
La democracia es la forma estatal más adecuada para el dominio de la clase capitalista. Dice Lenin: «La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo; y, por lo tanto, el capital, al dominar…esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa»{5} Engels dice que es la forma lógica del dominio burgués.
El parlamento elegido por sufragio universal es un invento de la sociedad capitalista. Sin embargo, el carácter de clase del Estado burgués exige que el poder efectivo y real no resida incondicionalmente en órganos electos; el ejército, la policía, la burocracia, son cuerpos constituido de modo no democrático y protegidos adecuadamente para que el control parlamentario sobre ellos nunca pueda ser total; por lo demás, aun suponiendo que las elecciones sean formalmente libres, nunca podrán serlo realmente de un modo completo en una sociedad en la que para todo impera un poder tan multiforme y escurridizo como el del dinero.
Las teorías de la democracia elitista critican la teoría clásica de la democracia. Resulta ser algo ficticia la representación de que el pueblo tenga la soberanía, el poder político. En el fondo, en la democracia quienes gobiernan son las élites políticas, que son las que compiten por el voto del pueblo en una lucha competitiva electoral. Según Max Weber, con el sufragio universal y la formación de partidos políticos de masas, la democracia se convierte en el Estado de partidos. Por eso, el parlamento pierde paulatinamente influencia como centro de debate y deliberación política. Los partidos políticos dirigen a los diputados eliminando el mandato representativo y sustituyéndolo por el mandato imperativo merced a la disciplina de voto del partido. Los partidos políticos son el centro de la vida política. El partido político organiza la representación. Las cuestiones políticas no interesan a las masas, quienes eligen entre diversas élites políticas que se enfrentan entre sí por el liderazgo político. Los partidos políticos se convierten en medios para competir y ganar las elecciones. Los partidos refuerzan el fenómeno del liderazgo político. Las masas son apáticas políticamente y son emocionalmente manejables. Los electores son incapaces de discriminar entre políticas distintas. Sólo saben discriminar y elegir entre líderes políticos. La democracia funciona como el mercado. Es un mecanismo institucional que sirve para eliminar a los más débiles y para establecer a los más competentes en la lucha competitiva por los votos y por el poder. Así pues, para Max Weber la democracia representativa es una democracia de liderazgo plebiscitario.
Schumpeter explica el funcionamiento de la democracia desde la perspectiva de la economía política y entiende por lo tanto la democracia como democracia de mercado. Los votantes son consumidores políticos que representan la demanda del mercado político y los políticos y las élites políticas representan la oferta. La democracia es el gobierno de las élites políticas. Esto es lo que afirma en «Capitalismo, socialismo y democracia». La democracia no es entonces el gobierno del pueblo. Ni hay voluntad del pueblo ni poder de pueblo ni voluntad general. Por ello, «la democracia no significa ni puede significar que el pueblo gobierna efectivamente, en ninguno de los sentidos evidentes de las expresiones «pueblo» y «gobernar». La democracia significa tan sólo que el pueblo tiene la oportunidad de aceptar o rechazar los hombres que han de gobernarle. Pero como el pueblo puede decidir esto también por medios no democráticos en absoluto, hemos tenido que estrechar nuestra definición añadiendo otro criterio identificador del método democrático, a saber: la libre competencia entre los pretendientes al caudillaje por el voto del electorado. Ahora puede expresarse un aspecto de este criterio diciendo que la democracia es el gobierno del político.»{6} El poder popular se reduce a ser un poder electoral. La titularidad del poder político le pertenece al demos, mientras que el ejercicio del poder es confiado a los representantes elegidos por el pueblo.
Como decía Napoleón, el poder viene de arriba y la confianza viene de abajo.
Los partidos políticos son vendedores de mercancías políticas y los electores son los compradores de esas mercancías políticas. Las élites políticas deciden las cuestiones políticas en nombre del pueblo y para el pueblo. Los electores son apáticos y no tienen un conocimiento político preciso ni riguroso. El pueblo es sensible a la propaganda. Los electores son propensos a impulsos emocionales intensos incapaces intelectualmente de hacer nada decisivo por su cuenta y sensibles a las fuerzas externas. La voluntad del pueblo, la voluntad general son ficciones.
La vida política democrática es la lucha competitiva entre los partidos por los votos de los electores. El comportamiento de los políticos es análogo a las actividades de los capitalistas que compiten por captar a los clientes. Las técnicas de publicidad electoral son idénticas a las técnicas de publicidad comercial.
El partido político es una máquina electoral que busca la conquista del poder político. Las técnicas de propaganda son para persuadir al electorado de las bondades del político. Las ideologías de los partidos políticos no importan ya. Lo que importa es la capacidad de los partidos para promocionar y sostener un liderazgo político
La democracia es entendida por Schumpeter como un método político para generar decisiones políticas mediante el sufragio universal por medio del cual los electores eligen periódicamente entre diversos equipos de líderes políticos que le son ofertados en el mercado político. «La democracia es un método político, es decir, un cierto tipo de concierto institucional para llegar a las decisiones políticas –legislativas y administrativas–, y por ello no puede constituir un fin en sí misma, independientemente de las decisiones a que de lugar en condiciones históricas dadas.»{7} Por ello, la posición de Schumpeter no es precisamente una posición política fundamentalista democrática, así, «siendo la democracia un método político, no puede ser un fin en sí misma, ni más ni menos que cualquier otro método»{8} Las decisiones no democráticas pueden resultar en algún caso más aceptables para las personas en general que las decisiones democráticas. También Julien Freund dirá más tarde que también se puede hacer buena política en una dictadura.
Por su parte, Carl Schmitt distingue entre parlamentarismo y democracia. Según él, el parlamentarismo es el régimen político en el que el parlamento es la institución central en la que se gobierna mediante una deliberación racional libre y pública sobre el bien común. Ya decía Donoso Cortés que la burguesía era una clase esencialmente discutidora. El gobierno parlamentario es un gobierno de discusión de opiniones en libre competencia. No se rige el parlamentarismo por la verdad, sino por la discusión racional permanente que no ha de tener fin. Todo puede ser discutido o ser puesto en discusión en el parlamentarismo. Esto ha producido una seria erosión en el Estado debido al gran poder de las facciones políticas o partidos. Pues bien, según Carl Schmitt, el parlamentarismo ha devenido algo obsoleto y caduco. En el siglo XX los parlamentos ya no funcionan según la teoría del liberalismo clásico del siglo XIX como canales institucionales de la discusión racional, libre y abierta que debía caracterizar al régimen parlamentario. En lugar de esto, merced a la extensión del sufragio y a la aparición de los partidos políticos de masas, tiene lugar la suplantación del Parlamento por los partidos y por sus dirigentes. Los arreglos secretos a puerta cerrada entre los comités directivos de los partidos y fuera del Parlamento, lo convierten de cámara de discusión en cámara de manifestación de acuerdos adoptados previamente entre los partidos.
Por democracia entiende Schmitt en cambio, siguiendo en esto de cerca a Rousseau, la identidad entre gobernantes y gobernados. La dictadura es antiliberal, pero no necesariamente antidemocrática. La democracia, en sí misma, no tiene un contenido político definido. La democracia es un procedimiento, es una forma de organización. Tiene el valor de una mera forma. La democracia es algo instrumental para realizar determinadas políticas de las más variadas especies. Como bien dice Schmitt, una democracia puede ser militarista o pacifista, absolutista o liberal, centralista o descentralizada, progresista o reaccionaria y todo ello sin dejar de ser al mismo tiempo democracia.
Para los demócratas radicales, nosotros diríamos, fundamentalistas democráticos, la democracia tiene un valor absoluto en sí misma sin considerar los contenidos políticos que haya en ella. Para el demócrata radical la democracia siempre es válida independientemente de las consecuencias o efectos que de ella se deriven.
Finalmente, para concluir con la exposición de los principales autores críticos de la democracia moderna, debemos mencionar y destacar aquí en la España actual a la figura filosófica de Gustavo Bueno como filósofo político crítico de la democracia.
Es la crítica de Gustavo Bueno a la democracia una crítica filosófica muy profunda, prolija, extensa, compleja y exhaustiva, de tal modo, que resulta muy difícil de resumir y exponer aquí en este reducido espacio con el que contamos. Por ello, vamos a intentar ser sintéticos y sumarios al exponer en unos cuantos artículos el contenido principal de la crítica de Bueno a la democracia.
1º No hay una cosa tal como la soberanía popular ni tampoco hay algo así como la voluntad general. Ello es porque ni hay un pueblo como sujeto titular de la soberanía ni tampoco hay algo tal como la soberanía nacional. Hay que rechazar la ideología democrática que afirma la idea de autodeterminación de la sociedad política. El autogobierno o autodeterminación de la sociedad política es utópico por imposible. La sociedad no se autodirige. El poder político es asimétrico. Unos mandan y otros obedecen. Como diría Julien Freund, la política es el dominio del hombre por el hombre. Una parte de la sociedad política dirige a las otras partes restantes de la sociedad política
2º La crítica a la democracia es la crítica de la ideología democrática. La democracia contemporánea ha segregado una ideología legitimadora de sí misma a la que podemos denominar ideología democrática fundamentalista. Esta ideología envuelve a la democracia, de tal manera que funciona como una suerte de cinturón protector contra las refutaciones o falsaciones de la democracia y ello por una suerte de decisión metodológica adoptada por los ideólogos demócratas o por los profesores de ciencia política demócratas.
3º La democracia sólo es verdadera cuando brota del interior mismo de la sociedad política y deriva del mercado capitalista. Si no existe el mercado, no existe la democracia. La esencia de la democracia es la libertad entendida como libertad de elección entre los bienes de un mercado pletórico capitalista libre con propiedad privada.
4º El fundamentalismo democrático es básicamente lo que se entiende por teoría de la democracia. Tal teoría consta de tres elementos: A) La teoría de los tres poderes, B) La idea de la soberanía popular y C) la teoría del Estado de derecho.
En primer lugar la teoría de los tres poderes es una teoría metafísica y confusa y no es científica. La doctrina del Estado de derecho implica tanto una politización de la justicia como una judicialización de la política y la idea de la soberanía popular es un mito confusionario.
5º La democracia se caracteriza por las elecciones periódicas y recurrentes. Esta recurrencia es la que produce la eutaxia política democrática. En los Estados democráticos, hay elecciones. En los Estados no democráticos no hay elecciones.
6º El pueblo no manda ni gobierna ni controla nada. El pueblo carece de elementos de juicio suficientes y por tanto, de capacidad de controlar políticamente a nadie. El pueblo no puede autodeterminarse. Todas las instituciones políticas democráticas dependen del azar, de la estadística electoral.
7º Los resultados electorales no significan un criterio objetivo acerca de la gestión del Gobierno. El pueblo se puede equivocar. La idea de que el pueblo tiene razón, es una ficción útil para pensar la democracia desde la ideología democrática.
8º La democracia ateniense no era una democracia. La democracia sólo puede existir con el capitalismo, con el mercado libre. La esencia de la democracia es la libertad objetiva entendida como libertad de elección entre diversas alternativas políticas o entre diversas mercancías en el mercado.
9º El mercado, la televisión y la democracia son isomorfos entre sí. Es la democracia de audiencia la democracia actual, como dice Bernard Manin. El fundamento de la democracia está en la constitución de una sociedad capitalista en la que exista la libertad de elección de los múltiples individuos consumidores ante una multiplicidad de bienes ofrecidos en el mercado.
10º La democracia implica tolerancia y un relativismo axiológico.
11º La democracia está poblada de contradicciones. Una de las contradicciones de las democracias es la que existe a propósito de la pena de muerte. Hay una contradicción a este respecto entre los partidarios de la pena de muerte y los abolicionistas.
12º Además, en las democracias contemporáneas tiene lugar una progresiva ecualización entre la izquierda y la derecha. Se trata de la difuminación de los límites entre los partidos políticos conservadores y progresistas.
Estas críticas a la democracia representativa ayudan notablemente a tener un concepto más ajustado de la democracia realmente existente así como a combatir la plaga ideológica actual que denominamos fundamentalismo democrático.
Notas
{1} Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, Alianza Editorial, Madrid 1997, pág. 345.
{2} Platón, República, VI, 493, Traducción española de José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiano.
{3} Platón, República, VIII, 557b.
{4} Platón, República, VIII, 557c.
{5} Lenin, El Estado y la revolución, cap. I, sec. 3.
{6} Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Ediciones Folio, Barcelona 1996, pág. 362.
{7} Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia, Ediciones Folio, 1996. Barcelona, págs. 311-312. Esto indica a las claras que desde luego Schumpeter no es precisamente un fundamentalista democrático.
{8} Schumpeter, op. cit., pág. 312.
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